jueves, 20 de octubre de 2011

Final

En medio de la noche el silencio se veía interrumpido por el golpe de mis zapatos contra los adoquines, lo único que se oía, lo único que yo escuchaba. Seguí caminando por la calle oscura, derrotado ya. Abandonado de mí mi cuerpo continuaba moviendo los pies hacia alguna dirección, sí, pero hacia ninguna a la vez. Cada tanto algún farol proyectaba una débil luz amarillenta que dejaba al descubierto mi paso. Mi alma, si alguna vez había existido, ya no la tenía. Tenía todo perdido, menos las ganas de seguir encaminándome hacia la perdición. El mundo estaba reducido a cenizas, la explosión había pasado y en mi cabeza sólo quedaba yo y la calma de saber que ya estaba todo hecho, dicho y escrito, la calma de que no hay más que hacer. Lo peor había pasado y no existía algo peor a lo pasado, pero lo mejor también había pasado. No había desconcierto en mí, pues estaba bien en claro que era lo que venía. Demasiado seguro estaba de aquello que en ningún momento me detuve, continué caminando y en cada paso que dejaba atrás y a cada paso que avanzaba me alejaba y me acercaba a mí. No sabía si había llegado al lugar indicado o si solamente mi tiempo se había agotado cuando deje de caminar y me detuve definitivamente en el camino. 

No hay comentarios: