Salió
a la calle sin vacilar un instante. Salió a la calle sin paraguas, bien sabía
que estaba lloviendo, pero tenía sus propias razones. Una de ellas era que no
encontraba placer más hermoso que ese contacto con la naturaleza. Y otra era
que no tenía uno en su casa. A penas cruzó la puerta se sumergió en el mundo,
pero no al mundo que todos conocemos, sino al suyo propio. Llevaba una marcha ligera a simple vista,
pero en realidad en su mente iba despacio. Apreciaba cada detalle de las
calles, las casas, la gente que transitaba, los autos, los negocios. Todo
corría tan rápido en ese mundo y no comprendía. No podía comprender por qué la
gente iba tan apurada, por poco corriendo, se chocaban entre sí como animalejos
desesperados. Y sabía que siempre fue así, solo que esta vez lo hacían con
paraguas, lo que en ocasiones resultaba un poco más molesto, porque tenía que
andar con el temor de que no le apuntaran a uno en la frente o en el peor de
los casos en un ojo.
Mira vos… ese hombre no tiene
cara de tierno, sin embargo lleva un ramo de rosas. Tal vez sea empleado de
esos negocios donde envían flores con tarjetas. En realidad no recuerdo haber
visto eso más que en películas. Quién sabe, tal vez sí sean para la novia. O
para la hermana que cumple años. ¿Y si tiene hijos? O la novia tuvo un hijo,
eso, hoy nació su hijo. Esa joven es muy
alta, tal vez sea modelo. Plaf! Baldosa floja. Ya recuerdo porque algo dentro
de mí decía que debía mirar al piso, pero la tentación de observar es más
fuerte. Estas calles... siempre lo mismo. Puedo ver, puedo sentir como los
adoquines se ahogan, se desesperan bajo el agua, que gota a gota va llenando
las calles por culpa de la basura. Pobres adoquines... Cuidado! Es el tercer
paragua que esquivo. ¿Es temor? ¿Molestia? ¿Costumbre? ¿Será que les molesta sentir la ropa húmeda,
o el pelo mojado? A veces temo que es
miedo a mojarse, o ya es una costumbre. Que por más que tengan que salir dos
pasos fuera de algún techo inmediatamente buscan un paraguas. No lo sé, no lo
sé… ¿Por qué no sentir eso que nos regala la naturaleza? Tomarse un respiro y
sentir la lluvia. Algo tan divino. Pero claro, el mundo no para ni un segundo,
y con lluvia todo sería igual, ¿por qué cambiaría? Ah sí, pero claro, lo único
que cambia es que ahora llevan paraguas en sus marchas.
- ¡Hola
tía! – Escuchó y despertó de su mundo con el mismo impacto en el que una gota
golpeaba a un adoquín.
Evelyn
Leguizamón.
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