miércoles, 24 de agosto de 2011

Del otro lado

Cuando llego ni hace falta que la busque, siempre está ahí esperándome. Todos los días nos fundimos en un alegre saludo, como dos personas que hace años que no se ven. Y ahí no más comenzamos a marchar. En el camino nos contamos todo lo que vivimos en el día, por más que ambas ya conozcamos esas historias. En ese espacio sin tiempo disfrutamos de la libertad, estando a solas, pudiendo decir y hacer absolutamente todo lo que queramos.

Hay días que son solamente de pura diversión, nos reímos tanto que lloramos y nos descostillamos de la risa. Vivimos fascinantes aventuras, conocemos lugares que nos son desconocidos, hasta otros que ni siquiera existen. Todo es una continua celebración. A veces aparecen otras personas, amigos o desconocidos, da igual. Todos víctimas de un delirio místico, rozando una hermosa locura donde lo único que importa es el sinsentido, la fantasía, un coctel de sentimientos, emociones, lo hermoso y lo terrible.

Y hay otros días en los cuales ella y yo llegamos a ahogarnos del miedo, de la soledad, nos hundimos en la oscuridad absoluta. La sensación de vacío nos llena y nos sentimos vulnerables, protegiéndonos mutuamente de monstruos horribles que intentan acecharnos en las noches más oscuras. A veces nos alcanzan. A veces solo una logra salvarse. Pero sabemos en el fondo que solo es un juego.

Tarde o temprano, al sonar de la alarma, yo me tengo que ir. Siempre nos despedimos rápidamente, de improvisto. Es que nunca sé a qué hora me tengo que ir, hasta llegado el momento. Su mirada se transforma automáticamente con la noticia, por más que no hayan pasado segundos que nos estábamos divirtiendo. Sus ojos entristecen, se angustian. Con la mirada me suplica que no me vaya. No hay tiempo para palabras. 

Yo en cambio le devuelvo una mirada de complicidad y una sonrisa. Ambas sabemos que nos vamos a volver a ver al otro día, como todos los días. Sin embargo me apena dejarla porque sé que cuando me voy se queda sola, sentada en un rincón hasta que yo regrese. Sola. Y así me marcho. Todo se desvanece. Me encantaría quedarme más tiempo. Viviría allí si fuera por mí. Pero en verdad no puedo.

Evelyn Leguizamón

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