martes, 23 de agosto de 2011

Las partidas

Un rato más tarde distingue a un hombre entrando al bar que inmediatamente le llama la atención. Estaba percibiendo nuevamente esa sensación que había sentido al despertar. Al verlo un escalofrío le recorrió el cuerpo, pero supo que ese tipo era la persona indicada.

El recién llegado llevaba puesto un sobretodo largo a pesar del calor de ese día y un sombrero con el que apenas se le podían ver los ojos. Al entrar se sentó en la mesa que se encontraba delante de él, de manera que lo podía ver sin más frente a frente.

Lo miraba y lo miraba, todavía con ese extraño sentimiento latente, y cada vez estaba más convencido de que esa era la persona que había estado esperando. Luego de vacilar por un instante decide acercase hacia él. Mientras lo hacía, lo miraba fijo a los ojos. Una vez al lado de la mesa el sujeto que se encontraba sentado lo sorprende diciéndole:

-              ¿Qué quiere usted de mí? No entiendo por qué me mira tanto. ¿Acaso me quiere robar? No tengo nada de valor, absolutamente nada. Igual, no me sorprende si usted me quiere robar, o lo que sea – siguió- si todo me sale mal en esta vida.

El otro que seguía de pie frente a la mesa quedó desconcertado por lo que acababa de escuchar. Pensó por la manera en que hablaba de que el hombre ya había tomado unas copas de más. Tomó asiento y luego de un rato dijo:

-       Yo creo que siempre hay una solución para todo.

-       ¿Una solución para todo? ¿De qué me habla hombre? La única solución para mí en este momento sería la muerte.

En ese momento el otro lo miró a los ojos, le agarro por un segundo de las manos, se paró y se retiró del bar. En el mismo instante en el que le tocó las manos, el hombre cayó desvanecido sobre la mesa, muerto.

Evelyn Leguizamón

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